domingo, 7 de enero de 2007

San Vicente de Azpitia: Notas Preliminares


La primera vez que escribí la Historia de Azpitia, fue en 1,954, cuando era estudiante de la Escuela Elemental Nº 4518, y la preceptora de aquel entonces, Sra. Bertha Zapata de Feijoó, me asignó la tarea de investigar el pasado de nuestra comunidad.
De muy tierna edad escuché a mis mayores el fascinante acontecer de mi aldea. En los atardeceres silenciosos del campo oí a mis padres las interesantes aventuras que sus progenitores les narraron, los cuales también integraron el contingente que fundó este pequeño caserío.
Asimismo pregunté, escuché y anoté cada una de las versiones de los veteranos del pueblo. Los septuagenarios de la mitad del siglo XX, me dieron las pautas necesarias para esta investigación; además me agencié de documentos y diarios escritos por los fundadores, aparte de acudir a archivos de diferentes lugares, desde los existentes en Azpitia hasta los guardados celosamente en el Archivo General de la Nación, en Lima.
Doy fe del gran espíritu de unión, de solidaridad y armonía que siempre existió en Azpitia; desde niño he visto a los pobladores, tanto hombres y mujeres, como se han preocupado para construir sus pequeñas obras de bien común. Soy testigo de los grandes esfuerzos para edificar el templo, los caminos, las escuelas, los puentes, la municipalidad... etc.
La Historia de Azpitia es en realidad reciente, aún así para lograr este pequeño aporte cultural, he recurrido a fuentes fidedignas, recopilando documentos auténticos. Es decir, he tenido sumo cuidado en lograr una verdadera historia, sin preferencias de ninguna clase.
Pongo este modesto trabajo a criterio de los que de alguna manera se sienten identificados con esta comunidad, profesando el mayor respeto a otros posibles autores de estas mismas vivencias.
Como es natural, un trabajo sobre San Vicente de Azpitia, no ha de interesar a un foráneo, menos al que no conoce este terruño. Sin embargo soy un convencido de que el hombre que sabe su historia cae menos en los mismos errores de su pasado, por todo esto debo repetir con justa razón las palabras de Marco Tulio, escritas en el año 63, antes de Cristo: “La historia es la madre del saber, maestra de la vida, testigo de los tiempos, luz de la verdad, portavoz del pasado, depósito de las acciones, ejemplo y aviso de lo presente y advertencia del porvenir... “
La Historia es además la vida de los pueblos y no podemos hacer trampas a la vida porque la vida es la verdad. Somos nosotros, todos, los que debemos de aprender a adaptarnos a seguir este proceso natural de los acontecimientos. Mejor dicho, la historia lo hacemos nosotros con nuestras propias acciones.
Que esta pequeña obra contribuya a conocernos más, porque así nos apreciaremos más y que la memoria de nuestros mayores que ya partieron al encuentro con el Señor, nos tengan siempre unidos y listos para ayudarnos mutuamente.

Juan Aburto Q.

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