lunes, 12 de febrero de 2007

Azpitia: después del 2,000


Azpitia obtiene un brusco cambio a partir del año 2,001, con la llegada de nuevos vecinos que le dan otros rasgos a esta apacible comarca de agricultores. La entrada a Azpitia de nuevos elementos de población procedentes de Lima y otras ciudades del Perú, con sus nuevos aportes culturales, a menudo se adaptaron y en otros casos se superpusieron o desplazaron a algunos pequeños propietarios del lugar.

A partir de ese momento se produjeron notorios avances en todos los frentes, sobre todo en la edificación de viviendas y en cierta forma al comienzo de un proceso de diferenciación en algunas familias del lugar, dejando la agricultura para acomodarse a los nuevos empleos generados dentro del pueblo y otros negocios, especialmente en el rubro de restaurantes.

Se registró un cambio acelerado con el aumento de vecinos que llegaron a Azpitia a construir sus casas, algunos sólo para pasar los fines de semana y otros para afincarse en el lugar. También hay quienes no participan directamente en los asuntos sociales de la comunidad; otros sí se identifican totalmente con el pueblo, apoyando y participando en la vida social. Pero Azpitia es un pueblo con suerte porque la mayoría de sus nuevos pobladores son excelentes ciudadanos que de diferentes formas vienen colaborando para la transformación del lugar. Claro, como ya lo he dicho, hay algunos que son indiferentes a la vida del pueblo y permanecen muy aparte sin interesarle en absoluto cualquier cambio en este lugar que le cobija.

La mejor manera para que los pueblos se desarrollen es albergando a ciudadanos de nivel superior, sobre todo cultural e intelectual, luego imitar y copiar a estas personas y tratar de superarlas. No obstante ninguna sociedad puede desarrollarse si sólo se dedica a imitar a los demás. Es necesario perfeccionar y superar lo aprendido de los vecinos. Si sólo pretendiéramos imitar a los demás, entonces quiere decir que nosotros no valemos y los otros son mejores. Ergo creo tener presente lo expresado por don Manuel González Prada: “Si los hombres de genio son cordilleras nevadas, los imitadores no pasan de riachuelos alimentados con el deshielo de la cumbre”

Sin embargo, Azpitia es una comunidad abierta donde todos tienen la libertad de participar. Es verdad que Azpitia tiene su propia identidad forjada a través de cien años de palpitante historia, pero esa identidad no debe caer en conservadora, cerrada ni patriotera en extremo por decirlo de alguna forma. No estamos solos, tampoco somos los únicos, sólo somos un pueblecito más. Todos amamos y nos debemos a la tierra que nos vio nacer, como el árbol a la tierra fecunda donde crece, y luchamos para conseguir su bienestar y desarrollo, pero no podemos ser tan “nacionalistas” porque más de la mitad de la población de Azpitia no nació aquí. Ningún pueblo puede vivir aislado en estos tiempos de globalización universal, todos necesitamos de los demás. El exceso de apego a lo nuestro nos puede convertir en patrioteros que es la pasión de los necios y nos convierte en empíricos. Para obtener ventajas debemos tener un espíritu practico buscando la luz en todas partes y aceptar el bien y la calidad, viniera de donde sea.
Que quede claro, ser nacionalista es querer y defender lo nuestro, es tener apego a nuestra nación y cuanto nos pertenece. Eso esta bien. Pero el nacionalismo también es una doctrina política que exalta la personalidad nacional en todos los ordenes y tiende a la exclusión de las ingerencias extranjeras, es decir no acepta lo que viene de fuera, especialmente en las autoridades.


Seamos sinceros, foráneos construyeron el canal que riega estas tierras, foráneos construyeron las mejores casas, foráneos aliviaron la economía, foráneos perfeccionaron la agricultura, foráneos nos prestaron su ayuda... Lo único que falta es que foráneos escriban nuestra historia. Es decir, si aún no lo han hecho.
A todo lo anunciado sumemos el esfuerzo también de la gente de Azpitia. Aquí el pueblo sin ayuda de nadie construyó la escuela, los caminos, el templo, los puentes y todas las obras existentes para el bien común. Una de las obras importantes y que no goza del realce que se merece es la carretera de Calco, donde los hombres y mujeres de Azpitia mojaron la tierra con su sudor al construirla.


Sin embargo, a partir del año 2,000, la población de Azpitia cambió sobremanera en lo referente a la participación en los trabajos comunales. Hay falta de voluntad en el pueblo para los trabajos comunales y las autoridades dejaron de convocar para la limpieza de caminos y calles, en vista que los pobladores demostraban su resistencia para estas faenas. Pero todavía estamos a tiempo para retomar esta ancestral costumbre de participar en todos los trabajos en beneficio del bien general. Queda pues entendido que sólo con la unión y el esfuerzo de todos, seguiremos construyendo está sociedad para las nuevas generaciones.

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