viernes, 24 de agosto de 2007

TERREMOTO

El 15 de agosto del 2007 el Sur Chico del Perú fue azotado por un fuerte movimiento telúrico de 7.9 grados. Según los medios de comunicación, las ciudades de Pisco, Chincha, Ica y Cañete sintieron más la desolación de este fenómeno natural. La capital del Perú también fue remecida pero sin causar mayores daños. En la zona norte de la provincia de Cañete se sitúan los distritos de Chilca, San Antonio, Mala, Calango y Santa Cruz de Flores. Escribimos estas líneas con mucho dolor porque de estas cinco pequeñas ciudades fue Santa Cruz de Flores con sus 2,700 habitantes, la más castigada por el peor terremoto vivido por los peruanos en los últimos cincuenta años. Sólo me voy a limitar a escribir de Santa Cruz de Flores porque aquí también se reflejó toda la desgracia vivida por los demás compatriotas de las zonas devastadas del sur.
Este tranquilo lugar en dos minutos cambió su historia, quedando sin luz, agua, velas, fósforos, pilas, sin teléfonos, con mas de cien casas derribadas y el 70 por ciento de la ciudad malograda. Sin reponerse aún del infortunio, el sufrimiento y el dolor, horas después el pueblo vio el amanecer a la intemperie con su iglesia gravemente dañada que será preciso demolerla en su mayor parte y su obelisco con su reloj de cuatro caras de la Plaza de Armas, que es una joya en el Perú, a punto de desplomarse.
Pero esto no sólo ocurría en Santa Cruz de Flores y en las grandes ciudades del departamento de Ica, también hay un sinnúmero de pequeños pueblos del interior del país que son ignorados por los medios de publicidad y se encuentran “borrados” del mapa por el sismo.
Ante la tragedia, el corazón de los pueblos vecinos empezó a latir por Santa Cruz de Flores. Las primeras muestras de socorro vinieron de inmediato de los pueblos aledaños y la empresa privada. Al tercer día llegó ayuda humanitaria y auxilio de San Isidro, Chorrillos y otros distritos de la capital. En esta hora de reconciliación, de entrega y del perdón, empezaron a llegar decenas de toneladas de víveres, agua, frazadas, carpas, etc.
La ayuda humanitaria del estado no llegó en los primeros tres días, luego se hizo presente el Gobierno Regional con maquinarias para recoger escombros y limpiar la ciudad. Los pobladores sin perdida de tiempo empezaron con remover las casas destruidas con miras a levantar su nueva casa, pero se preguntaban ¿Con qué?...
La mayor parte de la población de estas ciudades vive de la agricultura, pero ninguna autoridad gubernamental parece darse cuenta que los canales que abastecen de agua a sus cultivos han sido destruidos. Es decir, lo pobladores tienen que reconstruir todo, viviendas, caminos, canales, puentes, edificios escolares, iglesia, etc. La atracción turística del distrito de Santa Cruz de Flores es San Vicente de Azpitia, la cual casi no sufrió mayores daños, sólo un par de casas destruidas y algunas perdidas menores, pero el canal principal de riego de este lugar que tiene una longitud de 5.5 Km y atraviesa peligrosos acantilados sí fue dañado gravemente y enterrado en varios trechos por el desprendimiento de los cerros.
Me permito hacer una invocación a todos los hombres de buena voluntad, a los “florinos” del lugar y a los que se encuentran lejos de su tierra, colaborar para reconstruir la hermosa iglesia del lugar y el obelisco de la Plaza de Armas, que es el símbolo del pueblo.
Pero no hay mal que por bien no venga. La ciudad debe ser reconstruida por sus hijos, no sólo esperemos ayuda exterior, pongámonos de pie y manos a la obra para que pronto, desde sus escombros Santa Cruz de Flores se convierta en una ciudad alegre, bonita y moderna.

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